¿Cuál es la vacuna más eficaz?

Sorprendido, me levanto muchos días oyendo a alguien decir que las vacunas de adenovirus (hasta la fecha, Janssen y Astra-Zeneca/Oxford) son “vacunas de segunda”, porque su eficacia es menor que la de las vacunas mRNA (hasta ahora, Pfizer/BioNTech y Moderna). 

Al parecer, estos comentarios se basan en el hecho de que los estudios hechos hasta la fecha demuestran que mientras las primeras tienen una eficacia cercana al 70%, las ultimas se acercan más al 90-95%. Escribo para explicar por qué no podemos fiarnos de estos resultados para comparar la eficacia de las distintas vacunas.

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Una enfermera prepara una dosis de la vacuna de AstraZeneca en Sevilla 

María José López / EP

Desafortunadamente, no disponemos hasta la fecha del estudio ideal para poder realizar este tipo de afirmaciones sobre la eficacia comparada de las vacunas aprobadas. Este estudio ideal sería un ensayo clínico aleatorio ‘head to head’: se trataría de un estudio en el que los participantes (típicamente voluntarios/as) reciben una u otra vacuna de forma aleatoria. En este estudio hipotético, la ‘aleatorización’ del tratamiento resulta en grupos comparables, en los que cualquier diferencia en riesgo de infección es por tanto atribuible a la vacuna recibida.

Desgraciadamente, este tipo de estudios son caros, difíciles, largos, y seguramente no son la prioridad en este preciso momento. Pero, también desgraciadamente, sin ellos no podemos saber con total fiabilidad si una vacuna es más eficaz que otra.

No disponemos del estudio ideal para poder comparar la eficacia de las diferentes vacunas

Con esto en mente, alguien dirá que “lo mejor es enemigo de lo bueno”, y que de momento, en ausencia de lo mejor, podemos conformarnos comparando los resultados de los ensayos clínicos disponibles hasta la fecha. Hay al menos tres motivos por los que no estoy de acuerdo. En primer lugar, se trata de estudios realizados en regiones geográficas dispares, en momentos epidemiológicos distintos, y probablemente en poblaciones afectas por variantes del virus diferentes. 

Por poner un ejemplo, el estudio de la vacuna de Moderna se realizó completamente en Estados Unidos, y la mayoría de casos se diagnosticaron durante la segunda mitad del año 2020. Por el contrario, los ensayos de la vacuna de Astra Zeneca/Oxford se realizaron en Reino Unido, Brasil, y Suráfrica. Como ahora sabemos, muchos de los casos en estos países son por variantes nuevas del virus, algunas con mayor transmisibilidad y otras con cierta resistencia a las vacunas.

Las diferencias en el diseño de los estudios de las diferentes vacunas implican que sus resultados no se pueden comparar

En segundo lugar, existen diferencias sustanciales en el diseño de los estudios realizados, con dos puntos principales a tener en cuenta: el tipo de “tratamiento control”, y el tipo de enmascaramiento. Sobre tratamiento control, la mayoría de estudios usaron un suero de aspecto parecido a la vacuna pero sin efecto alguno, lo que llamamos un placebo; sin embargo, algunos de los ensayos han usado una vacuna alternativa sin efecto contra COVID-19. 

Por ejemplo, uno de los ensayos de la vacuna de Astra Zeneca/Oxford realizados en el Reino Unido utilizaba una vacuna contra la meningitis. Esta diferencia en la selección de “tratamiento control” dificulta la comparación de los resultados de estos estudios. De forma similar, la estrategia de enmascaramiento del tratamiento (doble ciego si participante e investigadora están enmascaradas, abierto si ninguna de ambas lo está) también puede conllevar diferencias importantes entre los resultados de los estudios.

Por último, existen diferencias en la estrategia de reclutamiento de participantes en los estudios. Mientras algunos de los ensayos incluían participantes de todas las edades, profesiones, etc, otros se centraron en personas de alto riesgo de infección (por ejemplo, profesionales sanitarias) para acelerar la compleción del estudio. Aunque aún no lo sabemos con seguridad, muchos datos nos hacen pensar que distintas poblaciones pueden tener respuestas diferenciales a las vacunas. Esto, nuevamente, dificulta la comparación de los ensayos realizados hasta ahora.

Un estudio británico muestra que tanto la vacuna de Pfizer como la de AstraZeneca reducen el riesgo de ingreso hospitalario en cerca del 90%

Por si todo esto no fuera suficiente, la última semana nos ha traído sorpresas: un estudio realizado en Reino Unido reporta por primera vez la eficacia de las vacunas Pfizer/BioNTech y Astra Zeneca/Oxford en millones de personas. Inesperadamente para muchos, este estudio demuestra una eficacia similar para ambas vacunas. Aunque se trata de un estudio imperfecto, este estudio demuestra que las estrategias vacunales deben basarse en evidencias robustas. 

La clasificación de las vacunas en “de primera” o “de segunda” en base a una comparación mal informada entre los resultados obtenidos en estudios distintos no debe guiar nuestras decisiones en un momento tan importante. Para acabar con buenas noticias: el estudio británico mencionado más arriba demuestra que ambas vacunas reducen el riesgo de ingreso en vacunados en cerca del 90%. Creo que podemos acordar que ambas son, por tanto, vacunas “de primera”.

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